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CARLOS MOLINERO:

"El guionista es el 'ALMA' de las historias"

"La narración es lo que nos hace realmente humanos"

Por: Ana Mora

Febrero de 2024

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¿Asistimos a ‘La crisis de la narración’? ¿Contamos nosotros las historias o son las historias las que nos cuentan a nosotros? ¿Todo depende de la imaginación? ¿Qué papel juega la realidad en las historias?  ¿Y el mundo de los sueños, el inconsciente y lo irracional?

Sobre la importancia de proteger, cultivar, reivindicar y potenciar nuestro "rico y antiguo imaginario"; sobre la conversión de las narraciones en ‘contenido’ o la actual tiranía del algoritmo; sobre cómo, "en esto del cine, nadie sabe nada" y la existencia de cierta tendencia actual a "infantilizar al espectador" que "entristece" a los guionistas, hablamos con Carlos Molinero, guionista y presidente de ALMA, sindicato de guionistas, en este nuevo encuentro de Actores & Actrices Revista.

Matemático de primera profesión, seguramente los números y el pensamiento abstracto no saciaron su sed de creación e imaginación de mundos más tangibles -o, al menos, más cercanos a lo humano-. Su pasión por la cinematografía le llevó a ingresar en la escuela de cine, dando rienda suelta a su faceta de creador.

Como presidente de ALMA, Molinero nos acerca a la realidad que ahora viven los guionistas: un presente con más alternativas de expresión y creación, con más oportunidades y flujo de trabajo en la industria, pero, no por ello, siempre mejores condiciones. La revolución tecnológica, el apoyo a la estabilidad laboral, la facilitación del acceso a la profesión a los más jóvenes o los conocidos como ‘derechos de transformación’ son algunos de los asuntos que ahora ocupan la labor que desempeña el sindicato de guionistas, una profesión a la que Molinero se refiere como “el ‘ALMA’ de las historias”, pues, realmente, estos creadores conforman el primer escalón de todo proyecto, la base germinal de las historias. Y, si el cimiento no tiene sustento, ¿cómo construir y mantener el resto?

Quizás, todo se resuma en tres palabras con las que Molinero responde convencido y sin titubear a cuál es la esencia de su profesión: “sueña, escribe, factura”.

Eres presidente de Alma, el sindicato de guionistas de España, desde el año 2021. Sin embargo, no es la primera vez que desempeñas este cargo, también lo fuiste entre 2010-2014. ¿Cómo ha cambiado el sindicato desde tu primer mandato al actual?

 

Pues creo que el cambio fundamental es que ahora ALMA tiene mucho más músculo, ha crecido tanto a nivel afiliación –ahora somos casi mil afiliados–, como a nivel técnico, ya que el número de personas que trabajan en el sindicato también es mayor. Antes, por ejemplo, no había nadie empujando proyectos y creando una estrategia que dirigiese hacia dónde iba. En definitiva, ahora hay un trabajo más profesional que hace que hayamos conseguido logros como entrar en el convenio, el desarrollo del Estatuto del Artista que trabajamos con vosotros o, por ejemplo, ahora pertenecemos a la IAWG (International Affiliation of Writers Guilds), una asociación internacional de sindicatos de guionistas donde están compañeros de otros países, por lo que a nivel global tenemos presencia allí donde se decide y se cuenta cómo está yendo la profesión en el resto de países y qué tenemos que hacer para defender nuestros derechos.

Tratándose de una profesión tan individualista como la del guionista, ¿qué importancia radica en el sindicato?

 

Ahí nosotros nos parecemos mucho a los actores, justo por la naturaleza de la profesión tienes que tener un sindicato. Esto es una profesión que depende mucho de tener la autoestima bien, y un actor o un guionista es siempre la parte débil cuando va a negociar con un productor, ya que existe ese miedo a que otro pueda hacer tu curro, que vayan a llamar a otra persona, esta cosa del síndrome del impostor… Entonces, se trata de tener un lugar donde compartes espacio con más personas como tú, que te permite salir de tu burbuja. Además, es el primer paso para garantizar derechos y para que a la hora de negociar no digas «vengo solo», es que tengo un convenio de ALMA que respalda unas condiciones para los contratos. O sea, hay un respaldo que da mucha seguridad para conseguir unas condiciones justas de trabajo. Creo que es algo fundamental porque, además, los guionistas somos en general gente neurótica, nos quedamos en nuestras casas, en nuestro mundo, pero obligarnos a salir y a socializar dentro de las profesiones es fundamental.

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     Nuestro imaginario es muy valioso. Es fundamental potenciar  nuestras historias y que se sigan contando 

      Nos parecemos mucho a los actores, justo por la naturaleza de la profesión tienes que tener un sindicato 

Carlos Molinero. Presidente Alma y guionista

Hablemos ahora de la situación actual. ¿Cuál es el papel que tienen las administraciones públicas de cara a los guiones?

 

Pues yo creo que muchísimo. Ya en la legislatura pasada intentamos hacer ver al Ministerio que están muy bien las leyes que se están haciendo que permiten que vengan a España rodajes de otros países, que rueden aquí productoras de otros sitios, con técnicos españoles, actores españoles e incluso con guionistas españoles. Sin embargo, hay algo muy importante y valioso que es nuestro imaginario, que tiene que ser defendido de alguna manera y creemos que se ha dejado de lado para conseguir otros beneficios más inmediatos como es el hecho de que haya más trabajo y más rodajes. Eso es también fundamental, pero no es incompatible con potenciar que nuestras historias se sigan contando. Si no, llegará un momento en que nosotros, como contadores de historias, dejemos de mostrar y potenciar nuestro imaginario que es muy rico, amplio y antiguo, y acabará desvaneciéndose.

 

¿Cómo podrían potenciarse las ayudas directas a la creación?

 

Los guionistas solemos fijarnos en un modelo que es Francia. Cuando llegó Netflix, Francia puso en marcha negociaciones, estableciendo unas cuotas y unas normas a cumplir para rodar allí contando con potenciar el cine francés. Aquí en España eso, básicamente, no se ha hecho, o se ha hecho de una manera muy laxa, dando cada vez más incentivos fiscales, más beneficios… sin acordarse de los que escribimos las historias de aquí, las historias que dan a conocer nuestra visión de la ficción y del mundo.  

Además, las ayudas a guion directas, reconocidas en la Ley del Audiovisual, hace años que no se conceden porque el Ministerio dice que le faltan recursos y personal para gestionarlas. ¿Hago una Ley que no se ejecuta?, entonces no se están dando ayudas. Es esta paradoja en la que estamos siempre los guionistas.

 

 

Uno de los grandes retos que plantea la nueva revolución tecnológica al sector creativo es la Inteligencia Artificial (IA). ¿Qué importancia crees que tuvo la huelga del sindicato de guionistas estadounidense (WGA por sus siglas en inglés) en Hollywood?

 

Yo creo que esta huelga es importante no solo dentro del mundo audiovisual. Es decir, si haces una huelga, consigues derechos. Y para conseguir derechos, tienes que estar dispuesto a pelear. Y eso, si eres trabajador, se consigue a través de la huelga. El ejemplo de los americanos es que han ido todos a la huelga como un solo hombre. Lo más importante es que gente que realmente no necesitaba ir a la huelga, porque ya eran productores ejecutivos, guionistas o showrunners que tienen sus propias productoras –y que incluso arriesgaban sus contratos con plataformas–, asistieron a la huelga todos a la vez, defendiendo los derechos de la gente que estaba más desprotegida, porque saben –esa cosa que todos tenemos que entender– que se necesita una industria sana con unos salarios dignos y buenas condiciones de trabajo, porque en este negocio te puede ir bien un día y mañana fatal. Es fundamental tener la seguridad de que te van a pagar dignamente y van a respetar tus derechos. La huelga de Hollywood es claramente un modelo de hacer las cosas y defender los derechos hasta el final.

 

Volvemos, en cierto modo, a eso de lo que hablábamos al principio sobre la importancia de la colaboración en la profesión, de la unión.

 

Sí, yo creo que los guionistas estadounidenses tienen algo muy metido en su ADN y es que un guionista, aunque llegue a ser productor, sigue siendo guionista antes que productor. O sea, la gente cuando llega a un puesto de poder sigue sabiendo que lo que son realmente es contadores de historias.

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Carlos Molinero durante los Premios Alma

Desde Alma, ¿cómo se espera que esto sea recibido en España? ¿Se producirán cambios?

 

Pues yo creo que al hilo de lo que ha conseguido el Writers Guild of America (Sindicato de Guionistas de Estados Unidos), nosotros en ALMA vamos a sentarnos a negociar con las plataformas. Hacerles saber que hay cosas que creemos que no se están haciendo bien y queremos firmar acuerdos marco donde se protejan los derechos de los guionistas y se marquen unos mínimos a respetar. Y yo creo que para esa negociación es muy importante el precedente de lo que han conseguido los guionistas americanos, por ejemplo, en asuntos como la inteligencia artificial.

 

 

Teniendo en cuenta todo el panorama de cambios. ¿Cuáles son los retos del sindicato en este nuevo escenario? ¿En qué medidas habría que trabajar o estáis trabajando?

 

 Yo creo que ahora mismo nosotros tenemos unos frentes muy claros. Uno es el convenio, que es algo fundamental para los guionistas que trabajan por cuenta ajena. Otro es algo que hemos peleado siempre en ALMA. Ahora mismo, cuando llegan contratos de plataformas, entran en conflicto dos formas de entender los derechos de autor: una parte anglosajona y otra europea. El objetivo es conseguir que cuando se firme un contrato se respeten las leyes de propiedad intelectual y de protección al guionista y, además, regular, por ejemplo, los llamados derechos de transformación, a través de los cuales se cede la potestad a otros de poder hacer una segunda parte, una secuela, una película, un remake…. La cosa es regularlo para que, si el producto final tiene éxito, el guionista perciba, como dice la ley, un beneficio proporcional al que la obra ha generado.

Un caso mítico ha sido, por ejemplo, el de El juego del calamar, que el guionista de repente tiene un éxito mundial, reclama su reconocimiento y entonces Netflix le paga un dinero alucinante. En definitiva, no solo ALMA, sino las asociaciones internacionales de guionistas, reclaman que esto no sea algo arbitrario, sino que haya una regulación y una remuneración proporcional a los visionados.

 

Y, otra cosa que estamos peleando, aunque en un terreno más difuso, es que hace diez años los guionistas no molábamos, nadie nos hacía caso y nadie sabía ni que existíamos: ser guionista daba igual. ¿Ahora qué pasa? Que ser showrunner de repente mola, ser creativo y ser guionista, mola. Entonces empieza a aparecer gente que no ha escrito un guion en su vida, que se apropia de los créditos de guionistas. En ALMA ya tenemos un reglamento sobre cómo creemos que tienen que firmarse las series y las películas, y que se respete esa forma de entender los créditos es lo que vamos a proponer a la sociedad de productores y productoras. Porque ahora lo que aparece es «una serie creada por» pero, ¿qué es «creado por»? Decir «quiero que me escribas una serie de un perro que habla» eso no es «creado por».

 

 

En este sentido, la llegada de las plataformas ha supuesto un cambio indudable en el panorama audiovisual actual. ¿Podrías hablarnos de las ventajas y de las amenazas a las que se enfrentan los guionistas en esta nueva realidad?

 

Las plataformas han traído cosas que sí creo que han sido positivas. Por un lado, esa mirada que viene de Estados Unidos: de percibir al guionista como el alma de las historias, que ha supuesto ganar un reconocimiento de la labor de estos profesionales. Además, es verdad que cuando llegaron empezaron a pagar mejor porque se suponía que tenían más presupuesto y más trabajo. También ha mejorado la interlocución, pues muchas veces las personas que están a cargo de proyectos son guionistas, lo que permite hablar un mismo idioma. Todo eso ha sido bueno, unido a que han permitido llevar historias escritas aquí a todo el mundo.

Sí creo que eso tiene también un lado oscuro, que es una de las razones por la que fueron los guionistas a la huelga. Y es que, antes las series daban trabajo para años, eran más largas, con capítulos más extensos y con muchas posibilidades de renovar. Ahora, ocurre lo que los estadounidenses denominan ‘mini rooms’. Las series son de cinco o seis capítulos de sesenta minutos. Cuando antes se necesitaban seis o siete guionistas, ahora dos o tres son suficientes, pueden escribirlas. En definitiva, ahora, aunque parece que haya muchas series, en realidad no hay más trabajo y, además, ha incrementado la inestabilidad del mismo. Además, el hecho de reducir los equipos complica el acceso de nuevos guionistas. Ahora mismo, podríamos decir que es más difícil entrar como guionista más novato, de cero, e ir “fogueando” y aprendiendo poco a poco, a menos que tengas una idea muy buena y la vendas de repente.

 

 

Tiene también mucho que ver todo esto con lo efímero, ¿no? O sea, parece que ahora todo va muchísimo más rápido, se consume mucho más y de forma inmediata, no se digiere, ¿no? Incluso también dentro de la profesión.

 

Sí, por eso lo digo. Porque creo que es una parte muy importante de la formación de un guionista el empezar poco a poco, ver cómo es e ir construyéndote tú mismo como guionista, como escritor.

 

 

Y, justo hablando de formación… Hace años, la profesionalización a la hora de desempeñar empleos como el de guionista no era apenas valorada ni tenida en cuenta, pero, poco a poco, los tiempos han cambiado. Desde Alma, ¿qué valor consideráis que reside en la educación y la profesionalización para ejercer en el sector?

 

Es que, claro, una cosa que tiene buena lo de ser guionista es que hay gente que viene de muchos mundos muy distintos. Yo soy un ejemplo un poco raro, estudié matemáticas y luego hice la escuela de cine. Pero para mí la formación sí es muy importante, porque es el primer sitio donde encuentras a gente como tú y descubres que no eres un loco, o sea, que tu locura es compartida y entonces es menos locura. Aprendes a escribir con otra gente, con tus compañeros, también con gente que te cuente un poco cómo está el mundo, cómo es la industria, cómo relacionarte… Y una cosa que yo también creo que es fundamental: empiezas a tener consciencia de grupo, de yo no soy un genio maravilloso, sino que aquí hay gente también muy lista, que todos tenemos intereses comunes y que tenemos peleas comunes.

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Y pasando un poco al oficio de guionista como tal. ¿Qué papel tiene el guionista en la eliminación de sesgos, prejuicios, desigualdades…? En este sentido, ¿qué fuerza tienen para fomentar la creación de nuevas narrativas y dar visibilidad a diversidad de personajes?

 

Pues… ya no hablo como presidente de Alma, sino como ser humano, porque esto sí que es algo muy subjetivo. Yo creo que ahora estamos en un momento malo, porque se habla de la inteligencia artificial, que es pavorosa, pero hay una cosa que es casi tan mala como la inteligencia artificial: esto que llaman ‘el algoritmo’. Es decir, ahora todo tiene que ver con el marketing, con qué cosas le gusta a la gente, con métricas, todo está medido: «a partir del minuto 7, si no ha visto no sé qué…». Me parece que está pasando algo terrible porque nos están haciendo escribir a los guionistas según lo que se estima que son los gustos del público. Pero claro, la cosa es que nosotros, como público, no tenemos imaginación para imaginar ciertas cosas que nos gustaría ver.

Cada vez todo es más restrictivo, más pensado para que lo disfrutes en el momento, pero sin que te provoque ningún removimiento. Todo esto implica una palabra que a mí me aterra: todo es ‘contenido’. Pero es que las historias no son ‘contenido¡, es que las historias son mucho más. Las historias son generadoras de dinámicas de muchos tipos, el cine tiene un poder transformador y, por eso, en cuanto hay una dictadura, lo primero que se controla es el cine, censurando las historias que se quieren contar.

Entonces, actualmente vivimos un momento de censura, no política o ideológica sino, quizás, comercial, donde todo el mundo se rige por la cantidad de visionados, haciendo caso a los algoritmos, que yo no creo ni que sean reales, y haciendo series «que no molesten a nadie, que no perturben». Pero creo que la ficción tiene que tener un elemento perturbador. Todo esto hace que los guionistas vivamos una situación bastante difícil. Películas y series que había antes están desapareciendo. Hay algo de infantilizar al espectador que creo que es un drama y a los guionistas nos entristece. Creo que hay sitio para todo, para series más escapistas y comerciales, pero también para otras historias.

 

En cierto modo, esa ‘tiranía’ del algoritmo lleva a actuar con miedo ¿no? El miedo a no funcionar…

 

Claro, es lo que decía un guionista, William Goldman, creador de La princesa prometida, al referirse a que «en esto del cine nadie sabe nada». Lo que demuestra el algoritmo es que es mentira. Es que, ahora mismo, Marvel está a punto de colapsar, porque han hecho tantas series, tantas películas… Justo esta última, en la que supongo que han hecho estudios de marketing de la leche, ha sido una ruina total. Porque es eso, –aunque sea una cosa un poco cursi– son creaciones que son contenido, no tienen alma. Están muertas. Porque las hacen, ya no con inteligencia artificial, sino como algo más allá de lo artificial, como algo inhumano. Y todo lo que no tiene un hálito de la pasión de alguien que quiere contar algo, –esa cosa que muchas veces es neurótica y un poco enfermiza–, se nota, y al que recibe la historia, no le llega.

 

Es que justo el arte es, precisamente, lo que debe motivar un poco ese pellizco, ¿no? Ese remover.

 

Y, sobre todo, cuando empezaron las historias, en el inicio de las narraciones, si recurrimos, por ejemplo, a las tragedias griegas que son como los “protoguiones”, en el fondo ¿qué son? ¿qué cuentan? Pues cuentan cómo Edipo se acuesta con su madre y mata a su padre, es decir, son siempre historias en la frontera, liminales, sobre asuntos que están rozando el tabú para que el espectador las digiera. Esa es la función principal de la ficción y me parece que ahora estamos muy domesticados.

      Hay algo de infantilizar al espectador que a los guionistas nos entristece 

     «En esto del cine nadie sabe nada»  

Poniendo el foco en las nuevas generaciones, ¿cómo se presenta el panorama actual para los jóvenes guionistas?

 

Yo creo que la ventaja que tienen ahora los guionistas es que sí hay muchos lugares y muchas formas de contar tus historias. Es decir, si tienes un guion sencillo y gente a la que puedas liar, hazlo tú, ruédalo y mira a ver eso dónde llega, porque vas a aprender, vas a conocer gente y quizás a través de ahí te llega más curro que si estás enviando guiones desde tu casa a productoras. Todo esto de Instagram y tal, aunque por un lado dé miedo y espeluzne, por otro, creo que incluye a gente muy talentosa y muy lista. Es el momento de hacer, de liar a la gente mientras este año de parón en España, que será un poco raro, la cosa se recoloca. Además, desde Alma vamos a intentar fomentar la manera más sencilla de entrar en la industria tal y como han hecho los americanos, que, ahora mismo, obligan a que en los equipos de guion al menos haya un junior, alguien que acaba de empezar, lo que ayuda a que nuevos guionistas entren en la industria de una forma natural.

 

 

Dando un giro hacia un lado más personal… En la escritura de guiones, ¿cuánto dirías que hay de estar atento a la realidad, de escuchar la vida, y cuánto de imaginación?

 

Creo que eso depende de cada uno. Hay guionistas que son muy apegados a la realidad y cuentan el mundo de una forma bestial, y gente que tiene un universo en su cabeza, ahí viven ellos felices y de ahí salen cosas geniales. Pero pienso que seas del tipo que seas, aunque tengas un mundo muy rico y una imaginación muy fértil, siempre vas a tirar de la realidad, de lo que ves y de cómo te llegan a ti las emociones, porque creo que hay una conexión con la realidad, con la vida, que debe darse para que los personajes estén vivos.

Pero también creo que existe una parte muy importante que tiene que ver con el mundo inconsciente, con los sueños, con lo irracional… Todo esto es algo con lo que acabamos cuando queremos estructurarlo todo, esclarecer mucho el mensaje de las películas o trabajar bajo los límites del algoritmo. Con todo ello deja de haber magia, de haber secreto, y creo que en la escritura también debe haber algo misterioso, casi mágico y que no pierda esa conexión casi infantil e inconsciente con las historias.

 

 

Tras el estreno de una obra ¿cómo vivís los guionistas la crítica del primer día y ese momento del estreno? Ya que los guionistas, a diferencia de los escritores, podríamos decir que hacéis una “lectura” pública, social y compartida.

 

Pues, es cierto que cuando solo eres el guionista de la película y no eres el director, puede que a veces sientas que lo que se proyecta en pantalla no encaja exactamente con tu guion. Aún siendo tu texto, el “drama” de los guionistas es que ellos han visto o imaginado otra cosa distinta previamente porque, para escribir un guion, tienes que proyectar la peli en tu mente. Además, creo que el guion es, a menudo, la parte más frágil y criticable cuando, realmente, lo que se está juzgando no es lo que está escrito, sino el resultado de mil vicisitudes superadas hasta acabar el proyecto. Por eso pienso que los guionistas, igual que los actores, no han de hacer mucho caso a las críticas, ni para bien, ni para mal, porque es algo muy muy relativo.

 

 

Hace unos meses pudimos ver el último capítulo de la serie Cuéntame cómo pasó, con el que nos despedimos de un hito que ha hecho historia en nuestra televisión. Precisamente, tú has formado parte durante un tiempo del equipo de guionistas de la serie ¿qué podrías contarnos sobre la experiencia de guionizar la realidad contemporánea través de la ficción?

 

Pues el tiempo que estuve en Cuéntame la verdad es que fui muy feliz, porque éramos un equipo de guion muy cohesionado, eran guionistas muy talentosos y muy divertidos. Además, había una peculiaridad en Cuéntame, –fruto de la labor de los coordinadores Eduardo y Alberto Macías– porque a pesar de que la serie tenía una coherencia definida, con unos personajes marcados, a cada guionista nos dejaban un poco de libertad para hacer lo que nos gustaba, sentías que podías probar cosas, hacer “pequeñas locuras”. Fue una experiencia muy enriquecedora. Además, otra cosa que me parecía muy interesante era la lectura conjunta con los actores, porque los intérpretes, que además llevaban tanto tiempo encarnando sus personajes, participaban, proponían y trabajábamos en conjunto.

 

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Para que un capítulo fuera realmente de Cuéntame, tenía que incluir algo que ahora fuese imposible, que no existiese

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¿Y en cuanto a guionizar la realidad?

 

Es cierto que Cuéntame tenía un equipo de documentación bestial, genial. Y, además, había una premisa a cumplir: para que un capítulo fuera realmente de Cuéntame, tenía que incluir algo que ahora fuese imposible, que no existiese, es decir, que tuviera que ver con el momento que narraba. Era crear una serie de ficción, pero siempre con un vínculo real del momento. De hecho, yo no fui consciente de la importancia histórica de la serie hasta que una vez viajé a Suecia a un encuentro donde la gente, cuando se enteró de que yo era guionista de Cuéntame, vino a preguntarme sobre la serie con mucho interés. Es decir, todos los hijos de españoles o los propios españoles que habían emigrado concebían la serie como la memoria de aquella familia que no conocían o les era lejana. Así reconocí la cohesión que generaba esta serie que los conectaba con sus familias, sus memorias, su historia…. Fue algo revelador, reconocer que Cuéntame iba más allá de la ficción.

 

 

Alma, junto a la Unión de Actores y Actrices, llevamos largo recorrido de colaboración trabajando en un frente común que se evidencia, por ejemplo, en medidas como el Estatuto del Artista entre otros asuntos. ¿Qué rescatarías sobre la experiencia de los años de colaboración junto a la Unión?

 

Pues, recuerdo, por ejemplo, unos talleres muy interesantes que se hicieron mezclando a intérpretes y guionistas, para conocernos entre nosotros y romper esa barrera que nos separaba. Fue muy divertido porque eran unos señores de negro en un lado, y el otro lleno de actores muy simpáticos. Fue realmente muy revelador, por evidenciar la cantidad de herramientas comunes que tenemos, y cómo al final todo tiene que ver con la imaginación, todo tiene que ver con jugar a que eres otro. De repente te hermanabas.

Igualmente, también cuando hemos tenido huelgas hemos estado de la mano. La importancia del vínculo entre nosotros es esencial, como se ha visto, por ejemplo, en EEUU entre SAG AFTRA y Writers Guild of America en torno a asuntos como la inteligencia artificial, donde estamos hablando de reivindicar y defender derechos que tienen que ver directamente con los creadores, es tu imagen y tu voz…. Esto es algo en lo que hemos de trabajar de la mano también en España.

 

 

¿Podrías resumir la esencia de tu profesión en 3 palabras?

 

Yo te diría tres palabras que tienen que ver con esto especialmente dedicadas a personas que arrancan su carrera como guionistas, y son sueña, escribe y factura. Porque esto tiene que ver con que alguien te pague por el curro, no solo con ser soñadores y escritores maravillosos. El ser profesional tiene que ver con eso: con soñar, escribir esos mundos soñados y facturar.

 

 

Para terminar, ¿podrías recomendarnos un libro, película y música o banda sonora?

 

Pues, es verdad que yo soy de los que siempre trabajo con música, la utilizo para inspirarme. Para escribir siempre tengo listas enfocadas a cada tipo de historias, por lo que escucho un poco de todo, no podría elegir nada concreto. Incluso, hay algunas que me daría hasta vergüenza confesar (sonríe).

 

En cuanto a libro, he leído uno hace poco La crisis de la narración, de un filósofo coreano llamado Byung - Chul Han, y es brutal porque ordena y pone palabras exactas a una serie de pensamientos que a muchos nos rondaba la mente últimamente en torno a todo esto del storytelling ¿o storyselling? Esto último es, precisamente, como hablábamos, lo contrario a la narración: es marketing. La narración tiene que ver con algo mucho más profundo, con la creación de mitos que nos trascienden, no es una excusa para vender algo. Este libro es inspirador para los que nos dedicamos a esto porque hace que recuperes ese impulso irracional de contar historias: la narración es realmente lo que nos hace humanos. Va mucho más allá de la codificación de las historias en torno a algoritmos que, precisamente, maten las historias.

 

Y, películas ¡tengo tantas que no sabría tampoco con cual quedarme!

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 Texto por Ana Mora

Diseño web por Alfonso Gómez

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