En ese contexto, Antonio Resines se coló en una generación que acabaría renovando el lenguaje audiovisual en nuestro país. Y aunque su rostro se volvió popular para el gran público con Los Serrano, entrando en los hogares de las familias españolas como un miembro más, lo cierto es que lleva más de cuatro décadas acumulando títulos, anécdotas y papeles que han definido una época.

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Con más de 15 películas a sus espaldas antes de cumplir los 30 y un hijo recién nacido en 1983, fue entonces cuando se dio cuenta de que podría vivir de esto. “Ahí ya empecé a tomármelo más en serio, no porque antes no lo hiciera, sino que me lo tomaba con despreocupación absoluta, y ahora tenía un hijo: ya no era de cachondeo”, nos confiesa con esa naturalidad marca de la casa.

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Además, en Amanece que no es poco, hoy en día considerada una película de culto, admite habérselo pasado “como un enano” a pesar de ser un guion absolutamente “disparatado”: “No funcionó en taquilla, pero creó una tendencia”. Sin embargo, confiesa que la película a la que le guarda un cariño especial es La buena estrella, ya que pensaba que no sabía interpretar ese tipo de personajes: “Me costó mucho, y luego vino una catarata de satisfacciones imparable”.

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Lo de los premios, dice, es algo necesario para la profesión. “Lo que no quiere decir que sea justo”, aclara. “Es un coñazo para alguno, pero es necesario”, también de cara a promocionar cine español frente al estadounidense: “Se hace una peli de chichinabo americana y parece que se ha aparecido la Virgen, y te echan de cartelera”, suelta sin tapujos fiel a su estilo.