

© Diego Conesa
Este verano todos los espectadores que acudían a ver Ding Dong de Georges Feydeau dirigida por Gabriel Olivares de la compañía Teatro Lab en la Terraza del Teatro Galileo se encontraban lo que parecía un parque de juegos. Lo era porque tenía su césped, alrededor de lo que representaba una piscina, y porque estaba lleno de toboganes de distintas alturas. Escenografía realizada por Marta Guedán con imaginación, atractivo y funcionalidad para dar un ritmo y una forma que iba bien a la obra.
Claro que el ojo preventivo, que al que lo tiene nunca le descansa, pasaba malos ratos viendo como los actores se subían y se tiraban por ellos. Un deslizarse y resbalarse en distintas posturas y condiciones mientras el experto en seguridad y salud buscaba las medidas de seguridad que, a parte de pasamanos para sujetarse en la escalera, que se volvían más altos hasta convertirse en barras de protección frente a caídas en las plataformas desde las que se tiraban y el borde elevado de la superficie por la que se deslizaban para bajar no se veía otra. Bueno sí, el blando césped artificial sobre el que reposaban algunos toboganes.
Intrigado por cómo se conseguía este resultado artístico me pongo en contacto con Sonia Sobrino, una de las actrices que actúa en la obra con los papeles de la Sra. Pontagnac y la Sra. Pinchard. Actriz a la que subir y tirarse por un tobogán parece no afectarle para interpretar a sus personajes, que difieren tanto en actitud como presencia en escena. Aspecto que hace aún más intrigante para el técnico de prevención que observa la obra y que va con mentalidad abierta y no con la misma receta aprendida para todo.
Al ser preguntada cómo se enfrentó al reto de los toboganes su respuesta fue sencilla, directa y clara. Era un tema de confianza, que se podría interpretar como sentirse segura; y comodidad, que se podría interpretar como bienestar. Dos aspectos conseguidos gracias a la forma en la que Gabriel Olivares trabaja las obras. Creando personajes desde lo físico, desde la relación del actor con el espacio mediante técnicas como la Suzuki o los viewpoints o puntos de vista escénicos que permiten al actor o a la actriz controlar sus centros de gravedad y trabajar la relación de su cuerpo con el espacio y el tiempo.
No es que Gabriel y los actores no tengan claros los riesgos y las limitaciones que imponían. En este caso, refiere Sonia, eran conscientes que desde el tobogán más alto, el que dotaba de mayor espectacularidad al montaje, solo se podían tirar sentados, a diferencia del resto que podían hacerlo en distintas posturas. Pero el trabajo con el cuerpo desde el que se buscaban no solo construir el personaje sino la postura que resultaba más segura para tirarse por el tobogán, deslizarse, de una manera intuitivamente cómoda.
Palabras que convierten esta obra en una buena práctica preventiva por varios motivos. El primero el contar con la trabajadora a la hora de hacer la obra más segura y más ergonómica de acuerdo a sus necesidades en escena para hacer lo que se le pide que haga. Segundo, buscar la técnica que permita encontrar la ergonomía postural y de deslizamiento, la comodidad y confort, al tirarse. Y tercero, integrar lo preventivo (aunque haya sido de forma automática o intuitiva) en lo artístico sin dejar de dar un buen espectáculo, de proporcionar una buena noche al público asistente y, a la vez, a los profesionales que juegan y se la juegan, real y metafóricamente hablando, sobre un escenario.
Montaje que asume el riesgo artístico de la propuesta pero controlando el riesgo que tenía para la seguridad y la salud de los trabajadores. Un control que va más allá del cumplimiento de una norma, en este caso la UNE-EN 1176 - 3: 2018 de equipamiento de las áreas de juego y superficies, más pensada para áreas de recreo en parques, plazas y jardines. Normas que son recomendaciones, y por tanto no son de obligado cumplimiento. Lo que significa que se pueden usar otras medidas preventivas no incluidas en esta norma siempre que sean eficaces para proteger la seguridad y salud de los trabajadores. Aunque, lo verdaderamente importante es que se ha creado un automatismo preventivo en la ejecución de la producción. Y cuando la prevención es automática, y no hay que exigir u obligar con legislación su presencia, es cuando funciona. Solo hay que mirar como el automatismo de ponerse el cinturón de seguridad cada vez que nos montamos en un coche ha reducido o disminuido de forma drástica los daños a personas que se producían en los accidentes de tráfico.
