Entrevista completa:
¿De dónde proviene su pasión por el teatro?
Mi pasión por el teatro viene desde que tengo 15 años. En el año 80, junto a un grupo de amigos, fundé el primer taller de teatro municipal en el País Vasco, justo cuando se iniciaron los primeros ayuntamientos democráticos, una época en la que aún no había nada, estaba todo por hacer. Dentro del grupo, yo me encargaba de la organización, como se le llamaba entonces a lo que es ahora la producción y la gestión.
¿Cómo descubre el mundo de la producción, precisamente, la parte más oculta del espectáculo, además, justo en un momento en el que todavía no existía como profesión reconocida?
Ya con 18 años entré en una compañía de teatro y la legalicé, siendo una de las primeras cooperativas teatrales que hubo en Euskadi. Yo provengo de una familia que era cooperativista, mi padre fue socio fundador de la cooperativa de la fábrica de bicicletas Orbea. Por ello tengo impregnado en mis propias carnes lo que es el trabajo de cooperativa, precisamente el mismo que empezamos en aquel momento en esa compañía de teatro en la que estuve tres años.
Según ha mencionado en más de una ocasión, uno de los objetivos claves en su trabajo es “hacer que el público disfrute más de la vida”. ¿A qué se refiere con ello? Y, ¿cómo se lleva a cabo en la práctica esta tarea?
Bueno, yo soy productor teatral, es decir, busco textos que interesen al público y que además se hagan con estupendos actores y actrices, con una dirección y con un equipo artístico preparado para que el público pueda disfrutar de ellos ya sea una comedia, una tragedia, un espectáculo contemporáneo o un clásico. En más de 250 espectáculos que he producido hay una gran variedad de propuestas de todo tipo y una gran apuesta también por los jóvenes valores. Por ejemplo, en esta casa han empezado actores como Javier Cámara, Dani Guzmán, Amaya Salamanca o Carolina Yuste, artistas que desde muy jóvenes han trabajado con nosotros. Se trata de una apuesta desde la iniciativa privada, que no es fácil.
A la hora de programar defiende poner el foco en los gustos del público, ofrecerle lo que demanda. Sin embargo, los intereses del público a menudo son muy diversos, dispares, cambiantes, suponen una incógnita. ¿Cómo se sabe lo que puede triunfar? ¿Cuáles son los criterios de selección de las obras, es cuestión de intuición o de razón?
Bueno, y de escucha. Yo escucho mucho al público cuando sale de las representaciones, lo hago en mis teatros y lo he hecho durante doce años en la dirección del Festival de Mérida. Siempre me verás, sobre todo en Mérida, escuchar lo que el público comenta, si le gusta o no le gusta lo que está viendo. Para mí lo más importante de cara al público es la historia que le estás contando y cómo se la cuentas, que el argumento realmente llegue. El teatro es emoción, te tiene que llegar, si no te cala es un aburrimiento terrible, pero si te llega es de una emoción que no la supera ni el cine ni la televisión. Ahí está el poder acertar, no siempre se acierta, pero cuando se atina...
¿Dirías que esa es una de las razones que hoy siguen llevando al público a llenar las salas?
Sí. El vivo. Estoy convencido. El directo no va a morir nunca, no hay nada como un espectáculo en vivo. El ver interpretar a unos actores que lo hacen bien te emociona a todos los niveles, con la risa, con el llanto, con el pensamiento… con todo. A priori, el objetivo de los que hacemos esto es que la gente disfrute, y disfrute en todos los formatos ¿eh? El fin de semana pasado fui a una sala alternativa.
Y poniendo el foco en los jóvenes, ¿cómo se acerca el teatro a los nuevos públicos?
Cuando asumí la dirección del Festival de Mérida, la media de edad estaba en 64 años y en estos momentos está en 44 años. Es decir, que se ha reducido exponencialmente.
Por ejemplo, en uno de los espectáculos, hace dos años, produjimos Edipo, bajo la dirección de Luis Luque, y optamos por hacerlo con un reparto de actores muy jóvenes, algunos de series como Élite. Comprobamos así, que a un texto grecolatino venía muchísimo público joven, algo que no era usual. Al finalizar la representación estaban un chico y una chica muy jóvenes que querían un autógrafo del director. Les pregunté por su edad: “18 años” dijeron. “¿Y vais mucho teatro?” les dije, “no, esta es la segunda vez, la primera fue con 14 años en el instituto”. Volví a preguntarles, que si les había gustado y por qué habían decidido ir a ver un texto clásico. “Yo ya le decía –indicaba el chico a la chica– que estas obras eran las de nuestros padres, que no nos van a gustar, pero bueno”. Claro, ellos tienen claro que lo que han ido a ver es lo que les gusta a sus padres y que en teoría a ellos no les va a gustar. En teoría. Pero resulta que luego igual sí, y, efectivamente, les gustó.
Es decir, al final hay que hacer un análisis de los públicos, que son muy amplios, variados y diversos. Lo que tienes que ver es a qué público quieres dirigirte. Yo intento ir hacia uno mayoritario porque, en definitiva, como iniciativa privada, la mayor parte de mis ingresos vienen de la taquilla, lo que hace que necesite que ese público venga de una forma masiva. Si no, es una locura.
En los inicios de Pentación en el año 1988, el equipo lo formabais un actor, un director, un autor y un productor-gestor ¿Qué supuso ese punto de encuentro? ¿Cómo se consiguen enlazar estas visiones tan diversas?
Era complicado, los consejos de administración eran difíciles. No estaban acostumbrados a la gestión y requería una labor de didactismo muy grande, de explicar, por ejemplo, que había que pagar a los actores de los repartos antes de que cobraran ellos. Eso a veces no se entendía. Había que adelantar pagos y estar financiando. Todo eso costó. Pero bueno, se entendió.
Nos hemos ido adaptando a los tiempos porque es la única manera de vivir y sobrevivir en un sector tan complicado y desde lo privado
La formación es fundamental, si no te reciclas, te quedas oxidado
Jesús Cimarro, productor y director teatral, nos abre las puertas del teatro La Latina de Madrid, del que es director y propietario, para compartir con Actores & Actrices Revista una agradable charla y reflexión en torno a las artes escénicas, sector al que se refiere como “una industria cultural que tiene unas reglas del juego distintas a otras”, reivindicando así la importancia de defender y visibilizar las especificidades que hacen única a profesiones como estas.
Curiosidades, recuerdos de juventud, historias y aprendizaje sobre su deambular profesional, así como la reflexión en torno a la situación actual del espectáculo escénico son algunos de los temas compartidos en la charla con el productor teatral, donde, probablemente, la palabra “adaptación” fue una de las más repetidas. Según deja claro Cimarro, es precisamente la adecuación a los tiempos uno de los secretos de su éxito. Ejemplo de ello es la empresa Pentación Espectáculos, productora que dirige desde el año 1988 y que aún sigue vigente tras más de treinta y cinco años de labor. “Nos hemos ido adaptando a los tiempos porque es la única manera de vivir y sobrevivir en un sector tan complicado y desde lo privado, cuando lo público es tan invasivo a veces”, puntualiza. Asimismo, Cimarro pone el foco en el valor de la formación como vía para la evolución “hay que estar abierto a todo lo que viene y la formación es fundamental, si no te reciclas, te quedas oxidado”.
Este año 2024 se celebra la 70 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, certamen dirigido por Cimarro desde el año 2012. Se trata de una edición muy especial, según nos adelanta el productor, de la cual se están empezando a conocer los primeros detalles.
El poder de la escucha y El arte de la prudencia son otras de las claves destacadas por nuestro protagonista, quien pone el foco en la importancia de conectar con los públicos, precisamente aquellos a quienes van dirigidos los espectáculos.
Pentación ha sabido adaptarse a los tiempos y permanece como una empresa referente en el sector después de 30 años ¿dónde diría que reside la clave?
Bueno, lo has dicho. Nosotros nos hemos ido adaptando a los tiempos porque es la única manera de vivir y sobrevivir en un sector tan complicado y desde lo privado, cuando lo público es tan invasivo a veces.
Por ejemplo, en este país no hay cine público, una industria o producción de cine fomentada desde la iniciativa pública, hecha por el estado, las comunidades autónomas o los ayuntamientos. En cambio, en las artes escénicas sí la hay. Por lo que hay que convivir. Aunque hay gente que está en contra de eso, tanto lo público como lo privado pueden convivir sin problemas marcando unas reglas del juego. El mestizaje es muy interesante, las coproducciones y el respeto a cada uno de los espacios.
En el año 2019 concedisteis la primera beca que recibe el nombre de Kathleen López Kilcoyne en reconocimiento a su dedicación y labor como una de las primeras mujeres en ejercer la gestión cultural, pionera en el ámbito de la producción escénica y la distribución teatral. ¿Cuál considera que es el valor que radica en una formación constante y permanente a la hora de conseguir el éxito?
Junto a Kathleen López decidimos crear el máster en Gestión Cultural porque creemos que la formación en nuestro ámbito tiene que ser continua, y ya no te cuento en la interpretación… Cuando me encuentro con un actor o una actriz que dice saberlo todo, yo le miro y le reconozco que yo no, aunque tenga 58 años. La única manera de evolucionar en un sector como este es estar abierto a todo lo que viene y la formación es fundamental, si no te reciclas, te quedas oxidado. Se trata de una profesión muy competitiva, aunque digan que no, porque si te dan a ti un papel y no a él, se crean unas situaciones difíciles de articular. Lo mismo ocurre en el ámbito de la gestión, es complicado y hay que tener una visión muy abierta para poder entender determinadas actitudes.
Como presidente de FAETEDA (Federación Estatal de Asociaciones de Empresas de Teatro y Danza), una institución de gran envergadura que aúna a 19 asociaciones sectoriales autonómicas y más de 600 empresas del sector–, coincidirá con nosotros en que la exhibición es escasa fuera de las grandes ciudades. ¿Qué amenazas tiene actualmente la exhibición en el ámbito autonómico? ¿Qué soluciones plantea FAETEDA?
Pues mira, hay dos puntos: Madrid y Barcelona, que son las dos islas importantes en el país, ambos puntos muy regulados y con un panorama muy claro. El 55% de la producción nacional se genera en Madrid, el 20% en Cataluña y el otro 25% en el resto del país. Es verdad que en el resto se complica, sobre todo, de cara a la exhibición. Antes un teatro municipal programaba tres días a la semana, más tarde la programación pasó a dos días y ahora programan uno. ¿Qué ha sucedido? Que prácticamente se ha reducido más de la mitad de la exhibición en el país en los últimos 15 años. Eso obliga a que haya un exceso de producción y no haya sitio para todos y eso crea una saturación en el mercado muy grande.
He vivido situaciones en las que tengo un espectáculo con un par de actores conocidos que sé que está llenando, pido trabajar un día más a taquilla, algo que no va a costar dinero a esa administración porque van a recuperar, pero me dicen que no.
Entonces, cuando antes tenías giras de dos años, ahora tienes giras de un año, con éxito. Cuando antes tenías una media de diez bolos al mes, ahora tienes cinco, con éxito. Esa una realidad que hemos de tener clara tanto la parte social, como la empresarial para ir de la mano y trabajar conjuntamente para revertirla y cambiarla. Yo siempre digo lo mismo, una parte y la otra vivimos de esto. Hay que buscar primero que los trabajadores tengan las mejores condiciones, yo quiero que la gente que está trabajando conmigo esté tranquila y contenta, que no esté desesperada buscándose otros trabajos por todos lados con la cabeza loca.
Como presidente de FAETEDA, desde la Unión de Actores y Actrices reconocemos su figura como interlocutor y facilitador de acuerdos. ¿Qué valor considera que tiene el sindicato a pesar de las tensiones que surgen fruto de nuestro diálogo y de las negociaciones?
Para mí es fundamental, lo tengo clarísimo, siempre lo he dicho. Llevo negociando convenios colectivos desde el año 90 representando a la Asociación de Productores y de Madrid en esas negociaciones. Tengo muy claro que es necesario. Si no hubiera el diálogo social, sería imposible. Porque creo que las reglas del juego tienen que estar marcadas en negro sobre blanco, así es más fácil trabajar para las partes. Y si surge alguna diferencia, está la Comisión Mixta Paritaria para dilucidar quién tiene razón. Y, si no, están los tribunales para solucionarlo. La justicia es la justicia, guste o no guste. Un día tendrán una suerte uno y otro día la tendrán otro. Son las reglas del juego y yo soy muy respetuoso con ellas.
Hace unos años, cuando entraron en la Unión Europea los últimos diez países, nos llevaron a una delegación desde FAETEDA, junto a sindicatos como UGT, Comisiones Obreras o la Unión de Actores –con Jorge Bosso, que era el representante por entonces– para hablar sobre cómo funcionaba el diálogo social artístico en España, porque nos pusieron como ejemplo. A veces nosotros mismos nos echamos piedras, pero con lo que hacemos somos ejemplo en otros países, y no nos damos cuenta de que lo estamos haciendo bien. Eso se ve desde fuera, con perspectiva.
Evidentemente, cada parte tiene sus intereses que confluyen en algo muy claro y es que hay que sacar adelante un espectáculo. Teniendo claro eso, siempre uno tiene que cerrar las condiciones laborales con los mínimos de un convenio, a partir de esos mínimos cada uno es libre de negociar lo que quiera porque tiene esa libertad. Si un actor o actriz considera que está en un momento álgido de su carrera y piensa que va a llenar un teatro va a pedir unas condiciones económicas mucho mayores de las que marca el convenio colectivo, sería absurdo pensar todo lo contrario, lógicamente. Posteriormente, la parte empresarial va a decir sí o no, y va a empezar una negociación hasta que llegue un acuerdo. Si quieren ponerse de acuerdo se van a poner de acuerdo.
Desde la presidencia de FAETEDA ¿Qué cree que habría que pedirle al nuevo gobierno para que mejore la situación del sector?
En el encuentro que tuvimos con el presidente del gobierno hace unos meses, donde nos preguntaban qué esperábamos de la próxima legislatura, surgieron cuatro puntos. El primero fue la subida de los presupuestos en cultura como marca la Unión Europea, que establece un mínimo a nivel estatal del 1%, (mientras nosotros estamos en el 0,58), y en el 2% en las comunidades autónomas. No nos olvidemos que somos la cuarta fuente de ingresos del Producto Interior Bruto, que hay 720.000 familias viviendo de la industria cultural en todos sus ámbitos; y que, si somos el 3,2% del Producto Interior Bruto, y los recursos del Estado a nivel estatal, autonómico y municipal suman el 1,15%, mientras generamos el 3,2%, hay un desequilibrio. Yo le puse el ejemplo: si tenemos el doble de presupuesto, igual generamos el 5%, quizás no el 6%, pero igual el 5 o el 4,5%, sí.
Otro de los puntos es el desarrollo del Estatuto del Artista, que ahí estamos trabajando conjuntamente. A mí me influye mucho que tengan las mejores condiciones laborales los artistas que, como digo yo, son mi materia prima. Hay que ver cómo se articula para que no todo recaiga en la parte empresarial. El desarrollo del Estatuto del Artista es fundamental en todas sus vertientes y, sobre todo, en la parte de fiscalidad, que es la que falta. Ahí yo voy a estar codo a codo con los sindicatos, me pongo delante de la pancarta.
Otro punto fundamental es el de la Ley de las Enseñanzas Artísticas que, justo cuando iba a abordarse en el Parlamento se convocaron elecciones y no se pudo tratar.
Otro de los puntos es la bajada del IVA cultural. La mayor parte de las contrataciones que se hacen en España, fuera de Madrid y Barcelona, son con la Administración Pública porque no hay una red de teatros privados que debería haber, por lo que los presupuestos llevan el 21% de IVA incluido, si se bajaran al 10%, no quitar, sino bajar al 10%, esas administraciones podrían disponer de un 11% más para programar. ¿Qué quiere decir eso? Que tienen prácticamente cada administración un mes más de programación, un mes más para poder contratar compañías que, como mínimo, incluyen ocho o diez personas cada una de ellas. A su vez, esas compañías tienen sus sueldos y sus seguros sociales, por tanto, lo que la Administración deja de recaudar por parte del IVA, lo recaudaría por Seguridad Social y por IRPF. Es decir, por una parte, deja de recaudar un 11% pero, por otra parte, ingresa un 38% de la Seguridad Social y un 20%, como mínimo, de IRPF, es decir, un 58%. Y aquí lo más importante es que, además, estás generando empleo que es, en definitiva, lo que queremos todas las partes. Hemos elegido una profesión distinta a otras, pues intentemos crear lo máximo posible.
Y otro de los puntos es la reforma del INAEM, un caballo de batalla que en esta legislatura hay que afrontar. Y yo siempre apelo a que en estos momentos las nuevas autoridades tienen la obligación de abrir ese melón y de sentarse con el sector, porque aquí hay muchas partes implicadas y estoy convencido de que estaremos de acuerdo en muchísimas cosas.
Un pacto de Estado por la cultura es fundamental, y más en un país tan especial como es España
Creo en la libertad de creación. Nunca, nunca en los espectáculos que yo he producido he vetado absolutamente nada
Con la cultura suele ocurrir lo mismo que con la educación, se trata de dos disciplinas sometidas a los vaivenes partidistas. En este sentido, en España solemos fijarnos mucho en Francia como país que cuenta con una política cultural de estado. ¿Considera necesario un pacto por la cultura en España? Y, de existir, ¿cuáles serían los puntos mínimos que debería contemplar?
A ver, un pacto de Estado por la cultura es fundamental, y más en un país tan especial como es España, tan diverso y con unas realidades tan distintas a todos los niveles, pues no es lo mismo la profesión en Asturias, en Andalucía, en Galicia, en Cataluña, o en Madrid o Murcia. Son realidades distintas. Por eso mismo hay que fomentar que se lleguen a acuerdos con las partes sociales para tener las reglas del juego y poder funcionar. Evidentemente hay comunidades autónomas donde no hay tanta población, como digo yo, para poder afrontarlo. Pero donde se pueda, se tiene que hacer.
Últimamente se han sucedido las primeras reuniones del sector cultural con otros ministerios como Sanidad, Hacienda, Trabajo, Seguridad Social, puertas que antes permanecían cerradas. ¿Qué importancia tienen estas relaciones para esta política común de la que venimos hablando?
Claro. Es que dependemos de otros ministerios que no son el de cultura. Esto es una industria, una industria cultural, que tiene unas reglas del juego distintas a otras industrias. Eso es lo que hay que plasmar y tenemos que hacerlo conjuntamente, articularlo. Por ejemplo, el tratamiento del Estatuto del Artista depende de muchos ministerios. El contrato artístico, que se hizo deprisa y corriendo, hay que pulirlo. Es alucinante que todavía no tengamos en la Seguridad Social el epígrafe donde podría encajar después de un año. Si bien, por fin hay una Delegación Territorial en Valencia de la Seguridad Social donde hay una especialidad para artistas. En definitiva, hace falta avanzar mucho porque si nos encontramos con una administración que no tiene claro cómo articular todo eso, surgen impedimentos en ambas partes.
Siguiendo la recomendación de la UE, los Estados miembros han de asignar al menos el 2% de sus presupuestos generales a cultura. En España, hoy se destina tan solo el 0,85% a esta área. ¿Se apuesta por el aumento de este porcentaje en los próximos años?
Bueno, esperemos. Lo que ocurre es que la situación política es muy convulsa, algo que no es bueno ni para el país ni para la cultura, por lo que vamos a ver qué nos deparan los años 2024 y 2025. Yo soy partidario de rebajar esas tensiones. Evidentemente, una cosa es el Parlamento –allí pueden hacer lo que quieran, son nuestros representantes y ya se pelearán con unos, con otros– y otra cosa es trasladar a la sociedad civil esa “bronca”. Creo que eso no es productivo ni beneficioso para nadie.
En 2023 se han cumplido 90 años del festival de teatro más antiguo de España, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida que usted dirige desde 2012. Ha dado un giro a este evento aumentando exponencialmente las cifras de espectadores y taquilla y cambiando, por ejemplo, la edad media del festival de 60 a 40 años, entre otros puntos ¿Cuáles han sido las claves para esta reinvención?
El Festival de Mérida puede ser posiblemente el festival donde más producción propia se hace y donde más contratación se produce, porque en el mercado no existen espectáculos de esa temática que se puedan contratar. Hay que plantear siempre propuestas desde cero. Y, normalmente, son espectáculos de mucho reparto donde incluso hay una figura de la que carecen otros espectáculos como es la figuración, que también fue regulada en el propio convenio colectivo.
Otros cambios… el festival duraba cinco semanas, ahora dura ocho. No había extensiones, ahora hay extensiones donde los espectáculos pueden hacer más funciones. Y, una cosa muy importante, hay 26 compañías de Extremadura trabajando cada año. Ahora hay dos compañías por año con sus repartos y espectáculo, de los que disponen posteriormente para girar por los festivales. Además, la programación off y la programación de calle las hacen las compañías extremeñas y hay un programa de veinte talleres de teatro que lo dan veinte compañías de teatro. Es decir que, de alguna manera, lo que hacemos es política cultural, generar empleo.
El hilo principal de la edición pasada del Festival de Mérida fue la comedia. Sin embargo, la comedia clásica es un género bastante crítico con la sociedad, a veces rozando lo políticamente incorrecto. ¿Cree que sería posible hoy un teatro tan crítico?
Bueno, yo lo estoy practicando en Mérida. Hay espectáculos por los que los puristas me critican muchísimo. Y yo digo, ¿pero ustedes han leído a Aristófanes o a Plauto alguna vez? Cuestionaban el poder todo el día, criticaban absolutamente todo y eran lo más obsceno que podían echarte la cara.
Creo en la libertad de creación. Nunca, nunca en los espectáculos que yo he producido he vetado absolutamente nada. Y mientras siga dirigiendo mi casa, no permitiré que nadie lo haga. Lo tengo clarísimo. Nunca me han condicionado en el Festival de Mérida nada. Me han podido decir cosas, pero yo he tomado las decisiones. Nunca me han cuestionado ninguno de los espectáculos y he pasado por tres presidentes de distintos partidos políticos. He defendido a capa y espada esa libertad porque creo que es fundamental en nuestro sector.
¿Qué puede adelantarnos de la próxima 70 edición?
Nada (sonríe). Que vamos a celebrar la 70 edición del Festival. Y que, si tocó la comedia, tocará igual la tragedia o mezcla... Veremos qué pasa. Estamos ahora terminando de elaborar la programación y en marzo la presentaremos. Pero habrá novedades.
Es propietario del Teatro La Latina, un teatro que lleva manteniendo su espíritu más de 100 años. ¿Resulta complicada la adaptación a los nuevos tiempos y realidades de la revolución digital y tecnológica sin perder ese espíritu?
Procuramos no perder la esencia. Hay veces que igual la perdemos, depende. Nosotros nos adaptamos a los tiempos, a los gustos, a las realidades, porque esta es la evolución de la vida y de la cultura, en una sociedad tan diversa y variada como la española. Yo creo que eso es lo enriquecedor y es lo que tenemos que trasladar a los escenarios, para que al público le interese. Porque si no llegamos a ese público, pues no vendrán.
Tras toda su trayectoria y recorrido, ahora que tiene una gran perspectiva y una visión panorámica, ¿qué le diría al Jesús que empezó con tan solo 15 años ahora que lleva 40 en la profesión?
Pues mira, tuve muy claro lo que quería. Yo no he sido ni actor, ni director, ni dramaturgo. Siempre he querido estar en el mundo de la producción. Por eso escribí un manual de producción, guiado por la pregunta: ¿qué me hubiera gustado a mí saber cuando empecé en este sector? Porque no había nada. No había una guía por donde empezar, gracias a la que me hubiera evitado muchos de los errores, errores de los cuales también se aprende. Cuando con veintiún años me vine a vivir a Madrid, vivía frente al teatro La Latina, veía las colas de Lina Morgan y decía “algún día trabajaré en ese teatro”. ¿Quién me iba a decir que años después no solo iba a trabajar, sino que iba a comprar ese teatro? En esta profesión, excepto casos muy excepcionales, se empieza siempre desde abajo.
De tener que dar algún consejo, ¿cuál sería? ¿perseverancia quizás?
Consejos yo no suelo dar. Pero siempre digo que, si quieres estar en esta profesión tienes que trabajar mucho y luchar mucho, porque tiene muchos sinsabores y hay que vencerlos si no, te quedas en el camino.
Y, con miras al futuro… ¿qué podría decirnos sobre la nueva vida del espectáculo en vivo? ¿En qué dirección hay que aunar fuerzas o trabajar?
Si llevamos más de 2000 años haciendo teatro seguiremos haciéndolo, de una manera o de otra. No me preocupa, ¿eh? Nos adaptaremos. De ello depende la evolución. Te puede gustar o no gustar. Pero es la realidad. Si no quieres adaptarte, esto es muy complicado.
¿Con qué tres palabras resumiría la esencia de su profesión?
Pues mira: rigor, constancia y seriedad.
Finalmente, de tener que recomendar un libro, una película u obra de teatro, y una canción o banda sonora ¿cuáles serían?
Un libro que yo recomiendo mucho, sobre todo a la gente de mi sector, es El arte de la prudencia, porque cuando trabajas con personas es necesario este arte, porque frente tienes a alguien que puede o no o pensar igual que tú, y si hay que llegar a un entendimiento….
¿Una obra de teatro? Una de las que produje yo y me dieron un premio fue Yo, Claudio de Robert Grave que la estrené en Mérida en el año 2004. Cuando era pequeño emitían la serie Yo, Claudio en la tele, pero mis padres no me dejaban verla porque era los domingos por la noche y tenía que ir al colegio. Era una de las cosas que tenía en mente y, cuando tuve la oportunidad, compré los derechos y la hicimos en teatro. Fue la primera obra de teatro que se hacía desde ese texto.
En cuanto a la música… la música es fundamental para la vida y cada momento tiene su banda sonora. Yo de pequeño escuchaba una música, de adolescente otra, con 16 años otra, con 20 otra, y ahora otra. Y ahora incluso escucho cosas que escuchaba hace 20 o 30 años. Me regalaron un tocadiscos y he vuelto a recuperar vinilos que tenía en mi casa. ¿Ves? Una vez más, la vida da muchas vueltas. O estás abierto al cambio o te mueres. Y, con todos los respetos, no voy a cuestionar las decisiones de cada uno. Eso sí, que no me impidan a mí avanzar.
· Texto y fotografías por Ana Mora
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